En el norte argentino, los bombos legüeros- llamados así porque su sonido se puede escuchar a varias legüas de distancia-, son instrumentos musicales de percusión que se construyen con dos parches hechos con cueros de cabra, corzuela, u oveja, sin curtir; y con la madera que se obtiene al ahuecar un tronco de árbol.
Cuando su sonido, grave y profundo, se extiende sobre el silencio del campo, llega a nosotros como si fuera el mismo corazón de la tierra que nos recuerda con su latido, que aún está viva y nos ama, como sólo una madre puede amar a sus hijos.
Es el ceibo, el árbol que proporciona la madera más adecuada para su construcción. Extraña y maravillosa coincidencia, es esta, de que sea el mismo árbol que nos da nuestra flor nacional, quien también, dé su madera; para que así: hombre, árbol y tierra, se fundan en un solo grito; que no es más que el grito dolido y esperanzado de nuestra raza.
Canto de mi bombo…canto del ceibo, que, un día, nació en el patio de una escuela rural, aquí en el campo tucumano; y a cuya sombra generosa, un maestro, enseñaba a sus niños a cantar la música de nuestra tierra.
Pero, ocurrió, que en una noche de verano, un violento temporal con viento y lluvia, derribó al viejo árbol sobre el desolado patio. Luego, en la mañana del día siguiente, aquel mismo maestro, rescató su precioso tronco. Después, con sus propias manos, lo fue ahuecando hasta convertirlo en un hermoso y sonoro bombo, que, tiempo después, en el día de mi cumpleaños, depositaría en mis manos conmovidas y asombradas; tal vez para recordarme con su regalo que encierra todas las voces de la tierra, a quién pertenece mi canto de poeta; y dónde yacen las raíces de mi propia voz.
No sé qué palabras, pude haber balbuceado en el preciso instante de recibir dicho obsequio, ya que la emoción que me embargaba era tan grande que no me permitía expresar todo lo que entonces sentía. Por ese motivo, y por el sincero aprecio que siento por ese instrumento, poco después, le escribía estas palabras:
"CANTO DEL CEIBO"
Cuando plantamos un árbol,
antes que eleve su vuelo,
se llenan de paz las manos
que profanaron el suelo.
Nace un canto esperanzado
allá en las fraguas del tiempo.
Cuando el árbol es un ceibo:
arde el verano en sus brasas.
Se endulza el triste lamento
de las ariscas torcazas.
Y entre los pliegues el viento
vibra el alma de mi raza.
Cuando ese ceibo ha extendido
sobre un patio provinciano
su sombra oscura de nidos,
abierta como una mano,
un niño olvidó el olvido…
cantaron coyuyos blancos.
Y cuando ya hubo caído,
por el viento acuchillado,
sobre su tronco abatido
Igual que un viejo arrugado,
la tierra dio un alarido
que el vendaval, no ha callado.
Aquel árbol está vivo…
Huele a lluvias y a verano.
El corazón de un amigo
dejó su sombra en mis manos;
para que canten conmigo
las voces de mis hermanos.
Vivo está y canta aquí
su viejo tronco ahuecado.
Cuando golpio su raíz
se me enternecen las manos…
Y siento volver a mí:
un canto agreste y lejano.
Osvaldo Jesús Zarandón
San Miguel de Tucumán
Vocabulario:
Coyuyos: cigarras
Golpio: regionalismo, por golpeo
Cuando su sonido, grave y profundo, se extiende sobre el silencio del campo, llega a nosotros como si fuera el mismo corazón de la tierra que nos recuerda con su latido, que aún está viva y nos ama, como sólo una madre puede amar a sus hijos.
Es el ceibo, el árbol que proporciona la madera más adecuada para su construcción. Extraña y maravillosa coincidencia, es esta, de que sea el mismo árbol que nos da nuestra flor nacional, quien también, dé su madera; para que así: hombre, árbol y tierra, se fundan en un solo grito; que no es más que el grito dolido y esperanzado de nuestra raza.
Canto de mi bombo…canto del ceibo, que, un día, nació en el patio de una escuela rural, aquí en el campo tucumano; y a cuya sombra generosa, un maestro, enseñaba a sus niños a cantar la música de nuestra tierra.
Pero, ocurrió, que en una noche de verano, un violento temporal con viento y lluvia, derribó al viejo árbol sobre el desolado patio. Luego, en la mañana del día siguiente, aquel mismo maestro, rescató su precioso tronco. Después, con sus propias manos, lo fue ahuecando hasta convertirlo en un hermoso y sonoro bombo, que, tiempo después, en el día de mi cumpleaños, depositaría en mis manos conmovidas y asombradas; tal vez para recordarme con su regalo que encierra todas las voces de la tierra, a quién pertenece mi canto de poeta; y dónde yacen las raíces de mi propia voz.
No sé qué palabras, pude haber balbuceado en el preciso instante de recibir dicho obsequio, ya que la emoción que me embargaba era tan grande que no me permitía expresar todo lo que entonces sentía. Por ese motivo, y por el sincero aprecio que siento por ese instrumento, poco después, le escribía estas palabras:
"CANTO DEL CEIBO"
Cuando plantamos un árbol,
antes que eleve su vuelo,
se llenan de paz las manos
que profanaron el suelo.
Nace un canto esperanzado
allá en las fraguas del tiempo.
Cuando el árbol es un ceibo:
arde el verano en sus brasas.
Se endulza el triste lamento
de las ariscas torcazas.
Y entre los pliegues el viento
vibra el alma de mi raza.
Cuando ese ceibo ha extendido
sobre un patio provinciano
su sombra oscura de nidos,
abierta como una mano,
un niño olvidó el olvido…
cantaron coyuyos blancos.
Y cuando ya hubo caído,
por el viento acuchillado,
sobre su tronco abatido
Igual que un viejo arrugado,
la tierra dio un alarido
que el vendaval, no ha callado.
Aquel árbol está vivo…
Huele a lluvias y a verano.
El corazón de un amigo
dejó su sombra en mis manos;
para que canten conmigo
las voces de mis hermanos.
Vivo está y canta aquí
su viejo tronco ahuecado.
Cuando golpio su raíz
se me enternecen las manos…
Y siento volver a mí:
un canto agreste y lejano.
Osvaldo Jesús Zarandón
San Miguel de Tucumán
Vocabulario:
Coyuyos: cigarras
Golpio: regionalismo, por golpeo
ESTA BUENA LA PAGINA
ResponderEliminar¡Gracias por compartir estas reliquias de poesías! ¿Cómo puedo pedirle permiso a don Osvaldo Jesús Zarandón para publicarlas también en mitucuman.blogspot.com?
ResponderEliminarEstimado amigo, soy Osvaldo J Zarandón. Es para mí un placer saludarlo, y al mismo tiempo agradecerle por su interés en mi poesía. Desde ya queda autorizado a publicarlas en su blog, si es que cabe autorización alguna ya que ella es de todo aquel que la desee. Yo vivo en San Miguel de nuestro Tucumán y si alguna vez anda por mi pago podría facilitarle todas ellas, ya que por un motivo u otro no mantengo actualizado a este blog, de todos modos le prometo hacer todo lo posible por actualizarlo. Reciba un abrazo de su amigo,
ResponderEliminarEstimado amigo, soy Osvaldo J Zarandón. Es para mí un placer saludarlo, y al mismo tiempo agradecerle por su interés en mi poesía. Desde ya queda autorizado a publicarlas en su blog, si es que cabe autorización alguna ya que ella es de todo aquel que la desee. Yo vivo en San Miguel de nuestro Tucumán y si alguna vez anda por mi pago podría facilitarle todas ellas, ya que por un motivo u otro no mantengo actualizado a este blog, de todos modos le prometo hacer todo lo posible por actualizarlo. Reciba un abrazo de su amigo,
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