martes, 25 de agosto de 2009

Juan Herrera y Don Juan Yapura

JUAN HERRERA


Nace su sombra en el alba,
bajo el lucero encendido.
Con una daga de luna
irá a cortar el rocío.

Lo he visto entrar en el surco,
solitario y pensativo.
Sin más rumor que sus pasos
junto al canto de los grillos.

Bajo la luz de la luna,
más arriba de Acheral,
como un verde mar sin bruma
se extiende el cañaveral.

Vuela el machete en el aire
cortando un tallo de miel
y el aire se vuelve azúcar
cuando el día va a nacer.

Bajo los rayos del sol,
más arriba de Acheral,
cual infierno abrasador
se extiende el cañaveral.

Las lentas horas no alcanzan,
hay que cortar y cortar,
de la mañana a la noche,
de la noche al aclarar.

Las manos de Juan Herrera
son como un hierro candente,
son dos palomas de tierra
cautivas de un monstruo verde.

Son esas manos del pueblo
que sueñan y nunca duermen,
que son un cántaro abierto
lleno de soles y mieses.

Bajo la luz de la luna,
más arriba de Acheral,
Juan Herrera corta y corta
sombras, luna y soledad.

Pero es en vano que quiebre
con fuerza el cañaveral,
porque la noche del pobre
no tiene luz ni final.



DON JUAN YAPURA


Don Juan Yapura en la zafra
corta y deschala las cañas,
que va dejando en el surco
bajo el sol de la mañana.

Su cara oscura y delgada
parece tierra nevada
y anda en sus ojos de viejo
un cansancio sin palabras.

Del cerro ha venido el hombre:
de Mala Mala o de Anfama,
con su esperanza de pobre
a conchabarse en la zafra.

Cerca tiene su caballo
bajo la sombra de un tala,
una ollita con el guiso
y una botella con agua.

Cuando complete la carga
se sentará bajo el tala,
para comer en su ollita
contemplando la montaña.

Igual que todos los días,
cuando complete la carga.
Pero hoy la caña es más dura,
o es la tarea más larga.

Que siente Don Juan Yapura
acalambrarse su espalda
y un sudor frío lo baña,
como el rocío a la caña.

Hoy no vendrá igual que siempre
a sentarse bajo el tala,
ni volverá nunca el pobre
a contemplar su montaña.

Porque Don Juan hoy se ha muerto
bajo el sol de la mañana,
y está caído en el surco
como si fuera otra caña.

La cara blanca, muy blanca,
vuelta hacia la azul montaña.
Y un brillo en sus ojos negros,
parecido a una esperanza.